“De los intelectuales franceses que conoció
personalmente, tres formaban una clase aparte: Barthes, Metz y Lyotard. Y
tenían muchas cosas en común, difíciles de explicar. Serenidad intelectual:
cuando uno hablaba con ellos transmitían calma, sosiego; no había la más mínima
ansiedad por probar o refutar alguna cosa. Respeto por el otro. Desprecio por
la notoriedad mediática. Desprecio también por las ridículas luchas de poder
típicas de los ambientes universitarios. Una calidez humana excepcional en sus
contactos, como si hubiesen encontrado la manera de articular la vida
intelectual con, simplemente, la vida. Y un placer tan evidente y natural en la
exposición de las ideas, investigaciones y trabajos, que no podía provocar otra
cosa que fascinación en quien los estuviera escuchando. Y una cosa común a los
tres, se dijo, que le parecía fundamental: la relación sensorial, casi diría
sensual, con los conceptos y las ideas.”
(Eliseo Verón, en “Abril / April 1998 Jueves /
Thursday 23 Tema / Subject Muertes” en “Efectos de Agenda”. Barcelona, Ed.
Gedisa, España. 1999).
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